El pensamiento de “todo o nada”: Cuando la vida se vuelve blanco o negro

Hoy estaba escuchando a una persona hablar muy alto en la calle y decía: “O gano en todo… o soy un fracaso”. ¿Te suena?
Esta frase es un ejemplo perfecto del pensamiento de “todo o nada”, una forma de pensar que convierte la vida en blanco o negro, sin matices, sin grises, sin espacio para lo intermedio. Y te voy a ser honesta: este tipo de pensamiento no es ambición. Es ansiedad disfrazada.
¿Qué es el pensamiento de “todo o nada”?
El pensamiento de “todo o nada” es una distorsión cognitiva en la que vemos las situaciones en extremos absolutos. Si algo no es perfecto, es un fracaso total. Si no gano, soy un perdedor. Si no me va excelente, me va terrible.
No hay espacio para:
• El progreso
• El aprendizaje
• Los pequeños logros
• Las victorias parciales
• Los intentos que cuentan aunque no salgan como esperabas
La vida transcurre en la escala de grises. Pero cuando pensamos en “todo o nada”, nos perdemos todo lo que hay en el medio. Y es ahí, en esos grises, donde realmente vivimos.
¿Cómo se manifiesta este pensamiento?
Este pensamiento aparece de muchas formas:
• “Si no hago ejercicio todos los días, mejor no hago nada.”
• “Si no puedo dedicarle 2 horas al estudio, ni lo intento.”
• “Si no soy el mejor en esto, no vale la pena.”
• “Si cometí un error, arruinado todo.”
• “Si esta relación no es perfecta, es un desastre.”
¿Notas el patrón? Todo tiene que ser perfecto o no cuenta. Y eso es agotador. Porque la perfección no existe.
Por qué este pensamiento genera ansiedad
Cuando vivimos en el “todo o nada”, la presión es constante. Cada acción se convierte en una prueba de nuestro valor. Cada resultado determina si somos exitosos o fracasados. No hay espacio para ser humano.
Esta mentalidad genera:
• Miedo paralizante: “Si no puedo hacerlo perfectamente, mejor no lo hago.”
• Procrastinación: Posponemos porque el estándar es inalcanzable.
• Autocrítica brutal: Nos castigamos por no cumplir expectativas imposibles.
• Sensación de fracaso constante: Nada es suficiente, porque “suficiente” no existe en esta lógica.
Y lo peor: perdemos de vista el progreso real. Hiciste el 70% de algo? Eso es progreso. No terminaste algo? Igual avanzaste. Pero el pensamiento de “todo o nada” no te deja ver eso.
La verdad sobre el progreso
Voy a decirte algo que tal vez necesitás escuchar:
Hiciste el 70%? Eso es progreso.
No terminaste? Igual avanzaste.
No te salió perfecto? Está bien. Aprendiste algo.
La vida no funciona en absolutos. Funciona en pequeños pasos, en intentos, en ajustes, en aprendizajes. Cada vez que te acerques un poco más a donde querés estar, aunque no llegues completamente, estás ganando.
El éxito no es una línea recta. Es un camino lleno de curvas, de pasos adelante y algunos atrás. Y está bien. Porque eso es vivir.
Recordá: El perfeccionismo no es ambición. Es ansiedad.
Quiero que te quedes con esto: el perfeccionismo no te está haciendo mejor. Te está frenando.
La ambición sana te impulsa a crecer, a aprender, a mejorar. El perfeccionismo te paraliza con miedo, te hace evitar intentar, te roba la alegría de los pequeños logros.
Así que la próxima vez que te encuentres pensando “o lo hago perfecto o no lo hago”, pará un momento. Pregúntate:
• ¿Qué pasaría si lo intento aunque no salga perfecto?
• ¿Qué podría aprender en el proceso?
• ¿Este estándar es realista o es imposible?
• ¿Estoy evitando algo por miedo al fracaso?
La vida transcurre en la escala de grises. Dejá de buscar el blanco o negro. Empezá a valorar el progreso, no solo el resultado final.
Y recordá: hiciste el 70%? Eso es progreso. No terminaste? Igual avanzaste.
Eso también cuenta. Eso también importa. Vos también importas, incluso cuando no sos perfecto.
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